El lenguaje inclusivo no es solo una cuestión de corrección política o moda pasajera. Investigaciones recientes demuestran cómo el uso de términos no sexistas puede modificar patrones cognitivos, influir en la percepción social y, en última instancia, promover una mayor igualdad. ¿Qué ocurre exactamente en nuestro cerebro cuando adoptamos formas de comunicación más inclusivas?
Cómo el lenguaje moldea el pensamiento
La hipótesis de Sapir-Whorf, aunque controvertida en sus versiones más extremas, encuentra apoyo en hallazgos contemporáneos sobre cómo las estructuras lingüísticas influyen en nuestros procesos mentales. Cuando un idioma carece de términos neutros o utiliza el masculino como genérico, tiende a reforzar asociaciones implícitas que excluyen a las mujeres y otros géneros.
Un experimento revelador realizado en alemán (donde los sustantivos tienen género gramatical) mostró que al describir objetos con artículos masculinos, los participantes los asociaban con características tradicionalmente masculinas, incluso cuando se trataba de objetos inanimados. Esto sugiere que el género gramatical no es inocuo.
Evidencia científica del cambio cognitivo

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Estudios de neuroimagen
Técnicas como la resonancia magnética funcional han permitido observar cómo el cerebro procesa diferentes formas lingüísticas. Al escuchar frases con lenguaje inclusivo, se activan con mayor intensidad áreas relacionadas con la empatía y la teoría de la mente, especialmente en personas no acostumbradas a este tipo de construcciones.
Curiosamente, estos cambios son más pronunciados en hablantes de lenguas con fuerte marcaje de género, como el español, en comparación con idiomas como el finés o el turco, donde el género gramatical es menos relevante.
Experimentos psicolingüísticos
Cuando se pide a niños que dibujen «los científicos», aquellos expuestos a formulaciones inclusivas («los y las científicas») representan significativamente más mujeres que los que escuchan solo el masculino genérico. Este efecto se mantiene incluso en adultos al imaginar profesiones tradicionalmente masculinas.
Otro estudio analizó ofertas de empleo redactadas con diferentes formas lingüísticas. Las versiones con lenguaje no sexista recibieron un 15% más de solicitudes de mujeres cualificadas, sin reducir las aplicaciones masculinas. ¿Podría esto explicar parte de la brecha en ciertos sectores?
Impacto social del lenguaje inclusivo
En el ámbito laboral
Empresas que implementaron políticas de comunicación inclusiva reportaron mayor diversidad en puestos directivos en un plazo de cinco años. No se trata solo de palabras: el cambio lingüístico parece preceder y facilitar cambios estructurales.
En Silicon Valley, donde el debate sobre diversidad es intenso, algunas startups han experimentado con eliminación completa de marcadores de género en descripciones de puesto, obteniendo resultados prometedores en contrataciones equilibradas.
En la educación
Materiales escolares que evitan el masculino genérico muestran efectos interesantes: las niñas se sienten más incluidas en actividades STEM, mientras que los niños desarrollan mayor apertura hacia roles no tradicionales. Un simple cambio en los libros de texto podría estar moldeando las aspiraciones profesionales futuras.
En Francia, donde el debate sobre el lenguaje inclusivo ha sido particularmente encendido, un estudio longitudinal en escuelas que lo adoptaron mostró reducción en estereotipos de género entre estudiantes, medido mediante tests implícitos.
Resistencia y críticas
Los opositores argumentan que modificar el lenguaje es artificial o innecesario. Sin embargo, datos históricos muestran que todas las lenguas evolucionan para reflejar cambios sociales. ¿Era «natural» decir «presidenta» hace un siglo? Hoy suena completamente normal.
Algunas críticas provienen de malentendidos sobre lo que realmente implica la inclusividad lingüística. No se trata necesariamente de duplicar todas las palabras («los y las»), sino de encontrar soluciones creativas que no invisibilicen a nadie.
Cómo practicarlo en la vida cotidiana
Empezar puede ser tan simple como:
- Usar términos colectivos («el profesorado» en lugar de «los profesores»)
- Optar por formas neutras cuando existan («personas» en vez de «hombres»)
- Experimentar con desdoblamientos estratégicos en contextos importantes
Lo fascinante es que, con el tiempo, estas elecciones lingüísticas dejan de ser esfuerzos conscientes para convertirse en hábitos automáticos que reflejan -y a la vez moldean- una visión más igualitaria del mundo.