Autismo en mujeres: la razón por la que tantas reciben diagnóstico tardío

El autismo en mujeres ha permanecido durante décadas en un segundo plano, oculto tras estereotipos y criterios diagnósticos desarrollados principalmente en base a manifestaciones masculinas. Mientras los hombres suelen ser identificados en la infancia, muchas mujeres llegan a la edad adulta sin comprender por qué se sienten diferentes, enfrentando desafíos diarios sin un marco que explique sus experiencias. Este diagnóstico tardío no es casualidad, sino el resultado de múltiples factores sociales, clínicos y biológicos que enmascaran las particularidades del espectro autista en el género femenino. En Latinoamérica, esta realidad se intensifica debido a barreras culturales y limitaciones en los sistemas de salud.

Persona con autismo sosteniendo sus manos en el rostro

Foto por Yukon Haughton en Unsplash

El autismo femenino: más allá de los estereotipos

La concepción tradicional del autismo se ha construido alrededor de patrones predominantemente masculinos: intereses restringidos en temas como transportes o sistemas, dificultades marcadas en la interacción social y comportamientos más evidentes. Las mujeres, por el contrario, suelen presentar manifestaciones que divergen de este prototipo. ¿Cómo se expresa entonces el espectro autista en ellas? Investigaciones recientes sugieren que las características nucleares del autismo se manifiestan de manera distinta según el género.

Muchas mujeres en el espectro desarrollan desde temprana edad un profundo interés en temas socialmente aceptados para su género, como animales, literatura o personajes de ficción. Estos intereses, aunque igualmente intensos y específicos, pasan más desapercibidos porque se alinean con lo que la sociedad espera de las niñas. La obsesión por los caballos, por ejemplo, se considera «normal» en una adolescente, mientras que la fascinación por los horarios de trenes podría levantar señales de alerta en un niño.

Las diferencias en la comunicación social constituyen otro aspecto clave. Las niñas con autismo frecuentemente muestran mayor motivación para relacionarse que los niños, aunque enfrenten desafíos similares en la comprensión de las dinámicas sociales. Desarrollan estrategias de observación meticulosa que les permiten imitar conductas neurotípicas, un esfuerzo constante que consume energía mental pero que resulta en un exterior más «adaptado». Esta capacidad de mimetización es uno de los factores principales que contribuyen al infradiagnóstico.

Mecanismos de enmascaramiento y camuflaje social

El camuflaje social representa quizás el fenómeno más determinante en el diagnóstico tardío del autismo en mujeres. Consiste en el conjunto de estrategias conscientes e inconscientes que utilizan para ocultar sus dificultades y pasar desapercibidas en entornos sociales. ¿Hasta qué punto puede una persona modificar su naturaleza para encajar? Para muchas mujeres autistas, esta no es una elección sino una necesidad de supervivencia social.

Aprendizaje social intensivo

Desde la infancia, muchas niñas con autismo emprenden un aprendizaje exhaustivo de las reglas sociales no escritas. Donde los niños podrían mostrar abiertamente su desconcierto ante las convenciones sociales, ellas estudian minuciosamente las interacciones ajenas, memorizan guiones de conversación y practican expresiones faciales frente al espejo. Este proceso de aprendizaje metódico contrasta con la intuición social natural que caracteriza a las personas neurotípicas.

El esfuerzo constante por descifrar y ejecutar appropriateamente el comportamiento social esperado tiene un costo invisible. Muchas adultas diagnosticadas tardíamente describen haber sentido que interpretaban un papel permanentemente, como si llevaran una máscara que solo se quitaban al llegar a casa. Esta desconexión entre su experiencia interna y su performance externa genera un agotamiento profundo que a menudo se manifiesta como ansiedad o depresión.

Intereses específicos menos visibles

Los intereses restringidos, uno de los criterios diagnósticos del autismo, adoptan en las mujeres formas que suelen ser más internalizadas y socialmente aceptables. Mientras un niño podría coleccionar datos sobre planetas o dinosaurios con evidente entusiasmo, una niña podría sumergirse en mundos de fantasía a través de la literatura o desarrollar elaborados universos imaginarios. Estas actividades, al desarrollarse en privado o alinearse con expectativas de género, rara vez activan las alarmas de padres o educadores.

La intensidad emocional dirigida hacia estos intereses específicos es comparable a la observada en hombres autistas, pero su expresión es más discreta. Una adolescente apasionada por la mitología nórdica podría pasar horas investigando en su habitación sin llamar la atención, mientras que un compañero con igual nivel de obsesión por los videojuegos probablemente manifestaría abiertamente su interés de manera más noticeable.

Sesgos diagnósticos y profesionales de la salud

Los instrumentos diagnósticos actuales para el autismo fueron desarrollados principalmente mediante estudios realizados en población masculina, lo que incorpora un sesgo estructural en el proceso de detección. Las escalas de observación y los criterios clínicos priorizan manifestaciones típicamente masculinas, dejando fuera las expresiones femeninas del espectro. Este desfase entre las herramientas disponibles y la realidad clínica de las mujeres explica en parte por qué tantas quedan fuera del radar diagnóstico.

Los profesionales de la salud mental, formados con estos parámetros, suelen tener menor familiaridad con las presentaciones atípicas del autismo. Cuando una mujer consulta por dificultades sociales o sensoriales, es común que reciba diagnósticos alternativos como ansiedad social, trastorno límite de personalidad o depresión, condiciones que pueden coexistir con el autismo pero que no capturan su esencia nuclear. El solapamiento sintomático entre el autismo y otros trastornos complica aún más el panorama diagnóstico.

El estereotipo de que el autismo es un condición predominantemente masculina persiste incluso entre especialistas. Datos actuales muestran que la ratio hombre:mujer en diagnósticos de autismo, que tradicionalmente se situaba en 4:1, se estrecha considerablemente cuando se aplican criterios sensibles al género, aproximándose a 2:1. Esta discrepancia sugiere que miles de mujeres han quedado sin identificar debido a concepciones obsoletas.

Consecuencias del diagnóstico tardío

Recibir un diagnóstico de autismo en la edad adulta representa un punto de inflexión vital para muchas mujeres. Después de décadas de sentirse inadecuadas sin comprender por qué, finalmente encuentran una explicación coherente a sus experiencias. Este momento de claridad, sin embargo, viene acompañado de un proceso de duelo por los años perdidos y las oportunidades desaprovechadas por falta de apoyos adecuados.

Impacto en la salud mental

El agotamiento constante por el esfuerzo de camuflaje social tiene consecuencias profundas en la salud mental. Mujeres autistas no diagnosticadas presentan tasas significativamente más altas de trastornos de ansiedad, depresión y estrés postraumático en comparación con mujeres neurotípicas y con hombres autistas. La falta de comprensión sobre su propia forma de procesar el mundo las lleva a internalizar una sensación de fracaso personal que erosiona su autoestima.

El síndrome de burnout autista, caracterizado por un colapso físico y mental resultante del sobreesfuerzo por cumplir con demandas neurotípicas, es particularmente común entre mujeres diagnosticadas tardíamente. Después de años o décadas de funcionar aparentemente sin dificultades, muchas experimentan un agotamiento tan severo que les impide continuar con sus responsabilidades laborales y personales. Este punto de quiebre suele ser el catalizador que finalmente conduce al diagnóstico.

Desarrollo de la identidad personal

Crecer sin entender por qué una se siente fundamentalmente diferente deja huellas profundas en la construcción identitaria. Muchas mujeres autistas no diagnosticadas desarrollan lo que se conoce como «self false», una personalidad construida meticulosamente para agradar a los demás y ocultar sus diferencias. Esta desconexión entre la identidad auténtica y la performance social puede generar una sensación de vacío existencial y despersonalización.

El diagnóstico tardío ofrece el marco interpretativo necesario para reconstruir la identidad desde una perspectiva neuroafirmativa. Comprender que sus desafíos no son defectos personales sino diferencias neurobiológicas permite a muchas mujeres reencauzar sus vidas con mayor autocompasión y estrategias adaptativas genuinas. Este proceso de rediscovery personal, aunque liberador, implica reelaborar la narrativa vital completa a la luz del nuevo entendimiento.

La realidad en Latinoamérica

En América Latina, las barreras para el diagnóstico del autismo en mujeres se multiplican debido a factores socioeconómicos y culturales específicos. Los sistemas de salud de la región priorizan condiciones consideradas «más urgentes», dejando los trastornos del neurodesarrollo en un plano secundario. La escasez de especialistas entrenados en detección temprana y en manifestaciones atípicas del autismo limita aún más el acceso al diagnóstico.

Los estereotipos de género tradicionales que prevalecen en muchas comunidades latinoamericanas contribuyen al enmascaramiento de las características autistas. Se espera que las niñas sean calladas, obedientes y discretas, cualidades que coinciden con el perfil de muchas mujeres en el espectro que prefieren observar antes que participar activamente. Esta coincidencia entre expectativas culturales y expresiones autistas hace que las señales pasen aún más desapercibidas.

El movimiento de neurodiversidad, aunque emergente en la región, gana fuerza gradualmente. Grupos de autogestión y comunidades en línea han permitido que miles de mujeres latinoamericanas encuentren información y apoyo entre pares, facilitando el camino hacia el diagnóstico profesional. Estas redes comunitarias suplen en parte las carencias de los sistemas formales de salud, creando espacios de validation mutua y conocimiento colectivo.

Hacia nuevos enfoques diagnósticos

Avanzar hacia una detección más temprana y precisa del autismo en mujeres requiere transformaciones profundas en múltiples niveles. La revisión de los criterios diagnósticos para incluir manifestaciones femeninas representa un primer paso fundamental. Instrumentos como la Entrevista para el Diagnóstico del Autismo en Mujeres (ADI-W) y el Escala de Observación para el Diagnóstico del Autismo – Versión Revisada (ADOS-2) con puntuaciones ajustadas por género comienzan a implementarse en contextos clínicos avanzados.

La formación de profesionales de la salud mental y educación en las particularidades del autismo femenino es igualmente crucial. Pediatras, psicólogos y maestros necesitan herramientas para reconocer las señales sutiles que delatan la presencia del espectro autista en niñas y adolescentes. La creación de protocolos de screening sensibles al género podría facilitar la identificación temprana y prevenir años de suffering evitable.

La investigación científica debe priorizar el estudio del autismo en mujeres, abordando vacíos críticos en el conocimiento sobre sus trayectorias evolutivas, comorbilidades específicas y necesidades de apoyo. Iniciativas como la investigación participativa, que involucra a mujeres autistas en el diseño de estudios, prometen generar conocimiento más relevante y aplicable a sus realidades.

El reconocimiento creciente de la diversidad dentro del espectro autista enriquece nuestra comprensión colectiva de la neurodiversidad humana. Cada mujer diagnosticada tardíamente que comparte su historia contribuye a derribar estereotipos y ampliar los límites de lo que consideramos autismo. Este proceso de descubrimiento colectivo no solo transforma vidas individuales, sino que redefine lo que significa ser humano en toda su variación neurocognitiva.

El autismo en mujeres frecuentemente pasa desapercibido debido a manifestaciones que divergen de los estereotipos tradicionales basados en patrones masculinos. Mecanismos de camuflaje social, sesgos en los instrumentos diagnósticos y expectativas culturales contribuyen a que muchas reciban diagnóstico en la edad adulta, después de años de incomprensión y desafíos no reconocidos. El movimiento hacia criterios más sensibles al género y mayor conciencia profesional promete mejorar la detección temprana y el apoyo adecuado.

Imagen de Carolina Herraiz

Carolina Herraiz

Desde que tengo memoria, me ha fascinado descifrar los hilos invisibles que tejen nuestras emociones, decisiones y sueños. Cuando no estoy escribiendo, me encontrarás leyendo algún libro de neurociencia, tomando café de más o con mi amiga perruna Kira

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