Splitting y maternidad: cómo este patrón está afectando la relación con tus hijos

La maternidad es un viaje complejo lleno de desafíos emocionales, y uno de los patrones psicológicos que más impacto tiene en la dinámica familiar es el splitting. Este mecanismo de defensa, que consiste en dividir la realidad en categorías extremas de bueno y malo, puede alterar significativamente la relación entre madres e hijos. Cuando una madre aplica el splitting en su rol parental, tiende a ver a sus hijos—o a sí misma—de manera polarizada, lo que genera tensiones, confusiones y dificultades en la comunicación. En este artículo exploraremos cómo el splitting afecta la maternidad, sus consecuencias en el desarrollo infantil, y estrategias para construir relaciones más saludables.

¿Qué es el splitting?

El splitting es un término psicológico que describe la tendencia a categorizar experiencias, personas o emociones en extremos opuestos: completamente buenos o totalmente malos, sin matices intermedios. Originado en la teoría psicoanalítica, este mecanismo surge como una forma de manejar la ansiedad y la ambivalencia emocional. En lugar de integrar aspectos positivos y negativos de una situación o persona, el individuo los separa mentalmente para reducir la incomodidad que genera la complejidad.

En contextos cotidianos, el splitting puede manifestarse en relaciones interpersonales, donde alguien idealiza a otra persona en un momento y luego la devalúa abruptamente. Aunque es un patrón común en trastornos de personalidad, también aparece en personas sin diagnósticos específicos, especialmente bajo estrés. En la maternidad, este fenómeno adquiere dimensiones particulares, ya que las madres pueden proyectar estas divisiones en su autoimagen o en la percepción de sus hijos.

Splitting y maternidad: cómo este patrón está afectando la relación con tus hijos

Mujer y niño splitting en el sofá jugando

Foto por Jonathan Borba en Unsplash

La maternidad implica una montaña rusa emocional donde el splitting puede volverse especialmente disruptivo. Madres que experimentan este patrón suelen alternar entre verse a sí mismas como “perfectas” o “fracasadas”, y proyectan esa misma dualidad en sus hijos. Un niño puede ser considerado “el mejor” en un momento y “insoportable” al siguiente, dependiendo de comportamientos específicos o del estado emocional de la madre. Esta inconsistencia crea un ambiente impredecible para los niños, quienes aprenden a navegar entre el afecto condicional y el rechazo.

Investigaciones recientes sugieren que el splitting materno está vinculado a factores como el estrés crónico, la falta de apoyo social o experiencias pasadas no resueltas. Por ejemplo, una madre que fue criada en un entorno donde se esperaba perfección podría reproducir patrones similares con sus propios hijos. La presión social por ser una “madre ideal” también alimenta esta dinámica, llevando a ciclos de culpa y sobrecompensación.

Manifestaciones comunes del splitting en la maternidad

El splitting en la maternidad no es un fenómeno homogéneo; se presenta de diversas formas, a menudo sutiles pero persistentes. Reconocer estas manifestaciones es el primer paso para abordarlas.

Idealización y desprecio hacia los hijos

Una de las expresiones más claras del splitting es la fluctuación entre idealizar y despreciar a los hijos. En días “buenos”, la madre puede elogiar excesivamente a su hijo, atribuyéndole cualidades excepcionales. En momentos de frustración, sin embargo, ese mismo niño puede ser criticado duramente, con comentarios que generalizan su comportamiento (“nunca obedece”, “siempre es egoísta”). Esta dicotomía no solo confunde al niño, sino que también dificulta que desarrolle una autoestima estable.

Auto-percepción materna polarizada

Las madres que practican splitting menudo oscilan entre sentirse “super mamás” y “madres terribles”. Después de un día productivo con los hijos, pueden experimentar euoria y satisfacción; un contratiempo menor, como un berrinche o una discusión, las sume en la autocrítica severa. Esta auto-percepción extremista agota emocionalmente y reduce la capacidad de responder con calma y consistencia a las necesidades infantiles.

Impacto en la relación madre-hijo

El splitting erosiona la confianza y seguridad en la relación madre-hijo. Los niños dependen de figuras parentales predecibles para sentirse seguros; cuando las respuestas emocionales de su madre son impredecibles—alternando entre afecto intenso y irritabilidad—desarrollan ansiedad e inseguridad. Algunos pequeños aprenden a “leer” el estado de ánimo materno para adaptarse, un mecanismo de supervivencia que puede llevar a la pérdida de autenticidad emocional.

Para las madres, el splitting genera sentimientos de culpa y desconexión. Después de un episodio de irritabilidad desproporcionada, muchas experimentan remordimiento y tratan de compensar con gestos afectuosos, creando un ciclo de altibajos emocionales. Esta inestabilidad dificulta la construcción de un vínculo sólido, basado en aceptación y comprensión mutua.

Consecuencias en el desarrollo infantil

Los efectos del splitting materno trascienden la relación inmediata y afectan el desarrollo psicológico de los niños. Estudios longitudinales indican que la exposición consistente a ambientes emocionalmente inconsistentes se correlaciona con mayores tasas de ansiedad, dificultades regulatorias y problemas de autoimagen en la infancia y adolescencia.

Niños criados en entornos donde predomina el splitting pueden internalizar la dinámica polarizada. Por ejemplo, un niño que es alternativamente idealizado y devaluado podría desarrollar una autoestima frágil, dependiente de la validación externa. Otros replican el patrón en sus propias relaciones, categorizando a amigos o familiares como “buenos” o “malos” sin matices. En casos más severos, esta exposición incrementa la vulnerabilidad a trastornos emocionales.

Cómo identificar y romper el patrón de splitting

Reconocer el splitting es crucial para cambiarlo. Las madres pueden comenzar prestando atención a sus pensamientos y reacciones: ¿Tienden a usar lenguaje absoluto (“siempre”, “nunca”)? ¿Experimentan cambios bruscos en la percepción de sus hijos o de sí mismas? Llevar un diario emocional ayuda a identificar triggers y patrones.

La terapia psicológica, especialmente modalidades como la terapia dialéctica-conductual o el psicoanálisis relacional, ofrece herramientas para integrar emociones opuestas y reducir el splitting. Técnicas de mindfulness también son efectivas para aumentar la tolerancia a la ambivalencia emocional. Pequeños cambios, como pausar antes de reaccionar o buscar interpretaciones alternativas de comportamientos infantiles, pueden romper ciclos automáticos.

Estrategias para mejorar la relación

Superar el splitting requiere práctica intencional. Estrategias como validar emociones—propias e infantiles—sin juicios extremos fomentan ambientes más equilibrados. Establecer rutinas consistentes proporciona predictibilidad, contrarrestando la imprevisibilidad emocional. Buscar redes de apoyo, como grupos de madres o terapia familiar, reduce el aislamiento que frecuentemente alimenta estos patrones.

Para las madres, practicar autocompasión es transformador. Acceptar que la maternidad incluye momentos difíciles y satisfactorios—sin categorizarlos como éxitos o fracasos—permite respuestas más nuancedas. Al modelar esta flexibilidad, las madres no solo mejoran su bienestar, sino que enseñan a sus hijos a navegar la complejidad emocional de manera saludable.

El splitting en la maternidad crea dinámicas relacionales polarizadas que afectan la seguridad emocional de los niños. Identificar este patrón y adoptar estrategias integradoras puede transformar la relación madre-hijo, fomentando vínculos más estables y saludables. La conciencia emocional y el apoyo profesional son clave para romper ciclos de idealización y devaluación.

Imagen de Carolina Herraiz

Carolina Herraiz

Desde que tengo memoria, me ha fascinado descifrar los hilos invisibles que tejen nuestras emociones, decisiones y sueños. Cuando no estoy escribiendo, me encontrarás leyendo algún libro de neurociencia, tomando café de más o con mi amiga perruna Kira

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